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¿Te apetece probar un vino de Menorca de la época romana? Carema Hotels en Menorca

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¿Te apetece probar un vino de Menorca de la época romana?

Septiembre 07 2020
Gastronomía Entorno Ocio Ecologia
¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando te dicen vino? Seguramente, un buen Rioja o algún caldo conocido de la zona de Ribera. Las denominaciones de los vinos españoles es más que reconocida en el mundo entero. Sin embargo, Menorca guarda también una estrecha relación con la cultura vinícola que se remonta mucho tiempo atrás. Coge una copa que vamos a recordar un poco de historia.

La llegada de vino a Menorca

Las viñas entraron en Menorca gracias a los romanos, cuando tomaron la isla en el año 123 a.C. Además de calzadas que aún son visibles en el paisaje isleño el imperio dejó como legado una cultura vinícola importante. El primer indicio de un vino hecho en la isla está en las crónicas del rey Jaime I. Se dice que fue obsequiado con caldos menorquines por los musulmanes, ocupantes en aquel momento de Menorca. Aunque fue con los ingleses, en el siglo XVI, cuando el vino menorquín aumentó en cantidad e importancia. Los historiadores aseguran que el auge de los caldos de la isla fue debido al aumento de la población. Y al hecho de que el puerto de Mahón era parada casi obligatoria para los barcos ingleses. Las provisiones de comida y bebida incluían vinos de la tierra. A finales del siglo XIX Menorca tenía aproximadamente 15 kilómetros cuadrados destinados al cultivo de las cepas, que crecían en buenas condiciones por el clima mediterráneo.

Sin embargo, con la llegada del hongo mortal de la filoxera, la producción de vino disminuyó drásticamente. Hasta los años 80 del siglo pasado.

Bodegas menorquinas, el resurgir de la cultura vinícola

Corrían los años 80 cuando, desde las cocinas del restaurante Ca n’Aguedet, en Es Mercadal, se plantearon retomar la vieja tradición del cultivo de la viña. El terreno arcilloso acogió con gusto las nuevas cepas, que crecieron en extensión y calidad hasta el día de hoy. Los vinos de S’Estancia Alta, finca donde se producen, fueron los primeros en llevar el sello de Vi de la Terra Illa de Menorca. Esta marca geográfica protegida distingue los caldos por su procedencia y asegura su calidad.

Una nueva era dorada del vino menorquín

El camino abierto por Bodegas Menorquinas tomó varias direcciones a principios del año 2000. Una de ellas fue la que propició la apertura de las bodegas Binifadet, en Sant Lluís, en el año 2004. La familia Anglés producía vino desde los años 80 para consumo personal. Sin embargo, la ilusión por seguir una tradición ancestral les animó a abrir esta bodega. Hoy es una parada obligatoria si eres de los que goza con una buena cata. No te pierdas su blanco más conocido, Merluzo, cuya etiqueta no deja a nadie indiferente.

En el otro extremo de la isla, Toni Salord inauguró en 2007 la bodega de Binitord. Los vinos de Binitord han sido reconocidos en certámenes internacionales y premiados durante varios años.

Otras paradas importantes si eres amante de los vinos son Hort de Sant Patrici, en Ferrerías. Y Bodegas Torralbenc, que elabora vinos desde el año 2016 y ha obtenido la puntuación más alta de blanco en la publicación “Mejores vinos 2019 de España” realizada por la revista Fuera de Serie del diario Expansión.

El vino del pasado

¿Quieres vivir una experiencia auténtica y beber los primeros vinos que se conocieron en la isla? Durante las visitas guiadas al yacimiento arqueológico de Torralba tienes la oportunidad de probar el mulsum, un vino elaborado con miel y especias.
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